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    "Aquello que la oruga llama el fin del mundo, el resto del mundo lo llama mariposa." Lao Tse

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    martanieto@cop.es

    Pedro, 28 años, ingeniero.

    Mi historia supongo que tendrá mucho en común con la de muchas otras personas. Especialmente, desde el punto de vista que tenemos las personas que nunca hemos estado en una consulta de psicología.

    Este era mi caso, hasta que por suerte; me decidí, me convencieron, había llegado a un punto en el que lo hacía o cada vez más áreas de mi vida se verían afectadas o mi propia lógica me hizo recapacitar, reconociéndome a mí mismo que sí que necesitaba la ayuda profesional que tantas veces me había negado a mí mismo, creyendo yo mismo que siempre podía con todo (creo que esto puede ser una de las causas que nos apartan de acudir a una consulta, sin obviar, por supuesto, la imagen que la sociedad siempre ha sembrado de los psicólogos y de los pacientes a los que tratan)…
    No sabría decir cuál de todas estas razones me llevó por primera vez a la consulta de Marta, o quizá, fue una mezcla y suma de todas ellas, cada una en su medida.

    Mi “problema” “inicial” o por el que acudí a la consulta eran crisis de ansiedad. Uso las comillas para “problema” porque tampoco creo que debiera llamarlo así, pero tampoco lo llamaría patología y uso las comillas para “básico”, porque creo que debajo de estos síntomas que mi cuerpo experimentaba en forma de crisis de ansiedad había causas más profundas que las producían, y que no eran tan obvias ni visibles a mí, por entonces, desentrenado ojo, que sólo percibía las sensaciones desagradables que sentía en ocasiones, digamos que las crisis eran como arañar la superficie y debajo estaban las verdaderas causas.

    Decidí ir a terapia tras haber sufrido en silencio crisis de ansiedad durante unos 8 años, y sí, digo en silencio, porque a mí no me gustaba reconocer que pudiera tener un problema, no me lo reconocería ni a mí mismo ni, por supuesto, a nadie más, y menos aún reconocer que no conseguía hallar una solución a ello.

    Supongo que llegó un momento en el que me cansé de que el miedo a sufrir una crisis de ansiedad me privará de tantas cosas en mi vida que quería hacer. Realmente, el miedo puede ser un arma muy poderosa.

    Acudí a la consulta en la que trabajaba Marta por recomendación de una amiga psicóloga de mis padres que aunque no era de la zona se puso en contacto con conocidos y le indicaron en este sentido.

    A mí mismo me negaba la necesidad de pedir ayuda para mejorar mi salud mental que en estos últimos años se había visto afectada, por lo que mi primera visita y la idea de tener que acudir a terapia, desde luego, no me hacía mucha gracia.

    Al iniciar la terapia tampoco iba con ninguna idea preconcebida sobre lo que me esperaba, pero en cierto modo, sí que era un poco descreído de que pudiera funcionar y tenía mis recelos, pensando que un problema que me había acompañado tanto tiempo no podía desaparecer de la noche a día, pero supongo que en lo más adentro de mí pude sacar algo de valor o de razón para aceptar que sería lo mejor para mí en ese momento.

    También, por otro lado, me incomodaba mucho sentarme delante de otra persona a hablar de mis problemas, especialmente, porque nunca lo había hecho con nadie, ni con mi pareja con la que por entonces llevaría 9 años, ni mis padres, hermano, amigos,…. Era toda una nueva e incómoda experiencia para mí.

    Y realmente, no acudía con una idea clara de en qué consistiría la terapia porque tampoco me había informado lo suficiente, me dejé llevar un poco con la esperanza interna de solucionar el problema que me cortaba las alas desde hacía ya un tiempo.

    Al comenzar la terapia supongo que me costaría expresarme porque no acababa de confiar del todo en lo que esto suponía, pero pronto comencé a ver efectos o resultados inesperados que me hacían pensar que el trabajo que llevábamos a cabo allí tenía sentido y que sí que producía resultados.

    Al cabo de un tiempo comencé a sentirme más cómodo y a reconocer los beneficios, al mismo tiempo se producían cambios y transformaciones que hacían que acudir a terapia tuvieran más sentido que nunca. También he de reconocer que en momentos perdí la fe y tuve mis momentos bajos, pensando que nunca me libraría “del mal que me perseguía”, pero supe tener paciencia, constancia y confianza en el proceso.

    Las sesiones en sí, las describiría como una trabajo conjunto entre terapeuta y paciente con un objetivo común que es la mejoría y curación, por lo que, pronto y sin intención, se crea un lazo que tira en la misma dirección llevando a avances.
    El transcurso de la terapia, podría describirlo como un camino de autoconocimiento, crecimiento y descubrimiento personal, que me ha ayudado a aumentar mi autoestima, a conocerme, valorarme, anteponerme a mí y mis intereses a los de otras personas, a poder desarrollar mi potencial tanto humano como emocional, a poder comunicarme mejor con otras personas y mejorar mis relaciones interpersonales, a derribar mis límites y barreras, a superar momentos personales difíciles que después de la terapia me tocó vivir, a descubrir cualidades propias que desconocía, a conectar conmigo mismo a otro nivel, a confiar en el futuro, a reconocer mis recursos y potencialidades en cualquier situación.

    En resumen, a partir de ahí, percibí el mundo de otra manera, fue como un proceso de maduración acelerado que me transformó de una manera que nunca hubiera imaginado al iniciar el proceso, aprendí a vivir y a disfrutar de mi vida como nunca antes lo había hecho.

    Llegó un punto en el que sabía que yo ya no era como antes, y sabía que nunca más lo sería, algo había cambiado.
    Creo que en una buena terapia reside el hecho de reconducir tu propia vida hacia dónde tú querrías que fuera y para ello, quizá, en algunos momentos se agradece y es necesario un apoyo profesional.

    Desde luego, tras la transformación personal que viví y todas las consecuencias positivas surgidas a raíz de acudir a terapia, recomendaría a cualquier persona que ante el mínimo indicio de cualquier problema de salud mental se pusiera en contacto con algún profesional de este ámbito, la mejoría y ventajas son increíbles y no creo que vengamos a esta vida para sufrir más de lo que nos toca gratuitamente.

    Pedro, 28 años, ingeniero.

    Tags: Categories: Relatos psicoterapia

    Marta Nieto

    Marta Nieto

    "Aquello que la oruga llama el fin del mundo, el resto del mundo lo llama mariposa"
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